Africa Sueño
Yo tambien soñe en mi infancia el sueño africano del que habla, muy bien por cierto, Javier Reverte en su agridulce libro El sueño de Africa. Devoraba, las novelas de Tarzan. Por supuesto, no me perdia ninguna coleccion de cromos en la que abundasen leones, rinocerontes y los extravadantes nus. Aun recuerdo muy bien la frustacion que tuve cuando a un amigo de la familia que queria hacerme un regalo le parecio Grandes Cazadores demasiado caro y me compro otro libro mas bazato, que no ilusionaba igual. Pero esa pequeña frustacion no fue nada comparada con la que padeci poco tiempo despues, a los nueve o diez años. Un dia, hojeando el periodico, enontre el anuncio de un safari por Tanganika, ilustrado con el dibujo de un elefante. Hasta entonces yo habia pensado que ir a Africa era algo tan imposible para el comun de las mortales como descender al fundo del mar o viajar a la luna : no por razones economicas (que e esa edad parecen poca cosa), sino por requerirse un misterioso pasaporte que los dioses de la aventura solo debian expedir a unos escasisimos bienaventurados. Quede asombrado de que cumplir el mas alto de mis sueños fuese tan sencillo commo pasarse por la agencia de viajes y reservar el correspondiente billete. Loco de contento (o mas bien : loco y por tanto muy contento), corri a darle la buena nueva a mi padre, sin dudar un momento de que esta oportunidad que se nos ofrecia iba a entusiasmarle tanto como a mi. Por alguna razon tierna y despistada, mi padre no me llevo la contraria : recorto muy serio el anuncio y me comunico que enpezaba las gestiones que nos llevarian hacia las fieras deseadas, hacia la noche rumorosa y viril que rodea el fuego de los campamentos.
Cuando volvio, despues del trabajo, mi madre le informo de que yo llevaba toda la tarde preparando el equipaje. Tenia abierta sobre la cama me pequeña maleta de carton, dentro de la cual habia guardado ya dos o tres libros esenciales para documentar el viaje, mi pistola de aire comprimido con su municion de corchos, una cantimplora de plastico que vino alguna de lourdes llena de agua milagrosa, et cétera. Dudaba sin incluir tambien mi camara fotographia de juguete cuando les vi a ambos en la puerta, mirandome entre divertidos y alarmados. Aun antes de escuchar sus explicaciones comprendi que no habria safari, que los dioses negaban su permiso, y se me saltaron las lagrimas mientras trataba de disimular con falsas sonrisas despreocupadas porque creia entonces, idiota de mi, que los grandes exploradores nunca lloran.
« El sueño de Africa », dice Reverte « tal vez no sea mas que un afan de aventura, la resistencia infantil del corazon a aceptar la vulgaridad y rutina del mundo ». Asi sera, ay. Envejecidos, los niõs que soñamos con el Kilimajaro nos miramos con horror en los ojos de esos otros niños africanos, cuyo sueño, aun mas romantico que el nuestro, pide amparo, comida, educacion y paz.
Fernando Savater